jueves, julio 31, 2008

Sentirte...

Mis oídos se llenaron con tus susurros… y listo. Tan solo reencontrarte es suficiente para olvidarse del estrés de la agitada, bulliciosa y (hoy más que nunca) congestionada Lima. Fue un encuentro breve, típico de fiestas patrias, pero pleno. Aún cuando no había llegado a tocarte, tan solo sentir tu ir y venir cadencioso me bastó para relajarme y dejarme convencer de tus encantos, los cuales comprobé una ves más cuando mis pies se humedecieron en ti.

Te encontré un tanto más frío y calmado que de costumbre, pero como siempre esquivo, lejano, recurrente y seductor. Coqueto jugaste con nosotros, nos entusiasmaste y luego nos colmaste de esa paz que solo tú sabes dar.

Tres días saben a poco, pero también a mucho, porque tu, mi querido mar colaneño, eres capaz de sacarnos de nuestro acelerado ajetreo para devolvernos un poco de paz.

viernes, julio 18, 2008

Con P de patria


Iba en el taxi feliz de sentir tanto calorcito a media tarde de invierno cuando contemplé, iluminado por el sonriente sol que nos visita en este (supuesto) julio de heladas, un letrero de Inka Cola que decía destapa tu identidad (o algo así). Y se me vino de golpe el sentimiento de fiestas patrias.

“Yo me llamo Perú, con P de patria. La E del ejemplo. La R de rifle y la U de la unión. Yo me llamo Perú y es mi raza peruana…”, entonó mi subconsciente mientras caía en la cuenta de que faltan apenas diez días para celebrar las fiestas patrias.

Mi raza peruana. Mi raza mestiza. Mi raza mezclada. Fruto de tantas combinaciones como colores lleva el chocolate. Pero a veces tan lejana de la unidad. Llena de resentimientos históricos, con algunos prejuicios sobreviviendo a vanos intentos de desaparecerlos y no pocas desigualdades sociales.

“Acá el que no tiene de Inca, tiene de mandinga”, dice el dicho. Y francamente, entre tantos romances protagonizados por los indígenas de antaño y los españoles, italianos, chinos, negros y demás extranjeros que se mudaron a estas tierras hace más de 400 años, es una tremenda tontería seguir viviendo como si no fuéramos todos iguales.

Aunque en realidad no somos todos iguales. Somos diferentes en estilos unos de otros. No solo en cada región (costa, sierra y selva) sino también de ciudad en ciudad hay marcadas variaciones. Si bien acá no quedan blancos al estilo europeo ni negros al estilo africano, existen multitud de gamas intermedias que conforman nuestra peruana pluralidad. El tema es tolerar esas diferencias que nosotros vemos grandes pero para los extranjeros son casi imperceptibles, perdonar tonterías del pasado y caminar juntos hacia adelante.

miércoles, julio 09, 2008

¿Paro?


Salí un tanto más temprano, tomando en consideración la recomendación que me dieron ayer. La idea era poder entrar al centro antes de que lleguen los manifestantes. Ya me ha pasado antes que he debido esperar inmóvil más de media hora mientras los manifestantes avanzan a paso de tortuga (aunque sus gritos sonaban tan duro como el rugido de un león).

Me tocó un taxista ayacuchano, que vive en Lima desde hace más de 15 años. Su mamá los sacó de su pueblo porque había mucha violencia terrorista y fue su salvador Fujimori a quien les deben, nos dijo, una mejor forma de vida. “Lástima que haya hecho otras cosas no tan buenas”, me comentó.

Sin nada de tráfico y nada de manifestantes (la vía expresa estaba más despejada que un domingo), llegamos al diario rápido. Pero en el resto del país no se vive lo mismo. Las imágenes nos muestran a un Junin quieto y en silencio, sin ni siquiera los mercados abiertos, a algunas carreteras de entrada a Arequipa bloqueadas y a algunos pobladores de Ica protestando desde muy temprano.

El paro, abiertamente declarado como una manifestación política en contra de la economía de libre mercado que tan buenos resultados nos ha dado en los últimos años, recién empieza. Y si bien es cierto que la mayor parte de la población no lo va a acatar porque sienten no hay ninguna situación demasiado grave por la cual reclamar, el temor ante lo fuerte que puedan ser las protestas domina el ambiente. Y no es para menos. Los desvanes que hicieron recientemente los estudiantes de la Universidad San Marcos porque van a construir una pista que invade parte de su jardín alertaron a la población y nos recordaron lo que era una práctica habitual en épocas del terrorismo.

Con la venia europea (aún no entiendo como se les ocurrió declarar en el congreso europeo al MRTA como un movimiento no terrorista) los chicos se levantaron encapuchados al estilo terrorista, tomaron la oficina del rector y tiraron piedras a los trabajadores municipales como si no fuera posible reclamar pacíficamente y gestionar lo que haga falta para evitar que la pista cruce uno de sus jardines. ¿Y porqué habrían de actuar con calma si quienes fueron violentos tienen justificación internacional para actuar como quieran y no ser sancionados como terroristas?

El Perú tiene 28 millones de habitantes y son solo unos cientos los que marcharan por las calles el día de hoy. El tema no es que reclamen – es bueno expresar disconformidad con algo y solicitar mejoras – sino la forma en que lo hacen. Que caminen tranquilos, que expongan su punto de vista y sean escuchados. Pero nada más. Tirar piedras, quemar llantas, empujarse, golpear a la gente o impedir que quienes quieren seguir trabajando lo hagan no va a solucionar sus problemas. Acuérdense de Mahatma Gandhi y olvídense de Abimaél Guzmán. La violencia nunca nos va a beneficiar.