martes, enero 29, 2008

Suspiro a la Limeña


Como lo prometido es deuda, cumplo con publicar la receta del Suspiro a la Limeña, tradicional y empalagoso postre peruano que es imperdonable no probar cuando se visita el país.

El Suspiro a la Limeña fue creado a fines de la colonia por los españoles que vivían en nuestro país. Partió del Manjar Blanco (leche, azúcar y harina) que fue acompañado con el Suspiro (otro postre español). Con el paso del tiempo se fue perfeccionando y quedó como lo conocemos ahora: un suave manjar hecho con leche evaporada, leche condensada y vainilla que acompañamos con un merengue, el cual tiene su toquecito de licor y su puntito de canela.

La historia de su elaboración se inicia con la esposa del poeta José Galvez, llamada Amparo Ayarez, quien ideó la receta. El poeta bautiza el postre porque es suave y dulce como el suspiro de una mujer…

Aquí la receta original y aquí otra receta que da alternativas a la leche evaporada (aunque insisto en que es mejor al pie de la letra y habiéndolo probado antes en un restaurante, para poder darle el punto ideal)



Tomen nota de los ingredientes:

Para el Manjarblanco

- 1 lata de leche evaporada Ideal.
- 1 lata de leche condensada Nestlé
- 5 Yemas de huevos
- 1 cucharadita de esencia vainilla

y para el Merengue

- 5 claras de huevo
- 1 taza de Azúcar
- 1 copa de Oporto

Preparación:

Luego de poner la leche en una olla y cocinarlas a fuego lento (hasta formar un manjar blanco), agregamos la esencia de vainilla. Retiramos del fuego y, añadimos las yemas. Posteriormente, vaciamos en los recipientes individuales (dejar enfriar). Aparte, formar un almíbar con el azúcar y el oporto (llevar a fuego lento hasta que tome punto). Batir las claras a punto de nieve y agregar el almíbar (sin dejar de batir, directo de la olla). Por último, poner el merengue sobre el manjar y espolvorear con canela molida.

jueves, enero 24, 2008

Aeronunca




“No me extraña. En Colombia le llamamos Aeronunca”, sentenció mi vecina colombiana cuando, estupefacta, vi en el letrero luminoso un retraso de tres horas. Eran las 2:40, estábamos empezando nuestra cola (que por cierto era tan larga como los cabellos de Rapunzel) y en lugar de viajar a las 5:30 de la tarde – como estaba estipulado – viajaríamos a las 8:30 de la noche.
“Ellos sí se pueden retrasar pero nosotros no”, añadió fastidiado el distribuidor textil de atrás mío, quien no pudo viajar en la mañana porque llegó a las 5:35 y el counter se cerraba a las 5:30 (el avión salía a las 6:15). “Claro a mí me cobran 50 dólares de recargo por llegar tarde…”, continúo nuestro vecino, quien viajaba a una conocida feria en Medellín.

Así fue como pasé menos de 24 horas en Colombia y más de 16 horas entre aviones y aeropuertos para ir a un país que queda “aquisito no más”. Pero no fue, para nada, una espera desagradable, gracias a los vecinos de cola que me tocaron. La colombiana vivía en Suecia y estaba de vacaciones, feliz de poder conversar con extraños sin “invadir el espacio personal de los demás”, el taiwanes casado con peruana y dueño de un casino tenía muchas historias variopintas y el textilero desbordaba buen humor a pesar de las circunstancias, así que no nos faltó tema de conversación en las dos horas que nos demoramos en la cola.

Pasado el chequeo, subimos con la colombiana rumbo al shopping de recuerditos. Y tal, que uno se puede olvidar que está en un aeropuerto entre tanta tienda. Luego, cual paseo de sábado por la tarde, terminamos sentadas tomando un jugo y un Suspiro a la Limeña (no te puedes ir sin probarlo…). Así se fueron dos horas más. La última hora ya nos resignamos a sentarnos en la sala de espera, pero la charla fue imposible detenerla…

Arribamos a Colombia a la medianoche. Y regresé al aeropuerto de Bogotá a las 6:50 de la tarde de ese mismo día, acompañada por un colega, a quien tampoco le faltó historias que contar y blogs que recomendar (toñito y caricaturas existencialistas). No paramos la charla todo el viaje… hasta que llegamos a la cola de migraciones en Lima. Distraídos con la música de los audífonos, pasamos otra hora entera dando un paso cada medio minuto y adivinando en los rostros de las decenas de personas de la cola cual era el motivo del viaje y quien podría ser un “burrier”…

Ah, sí, la ciudad es muy simpática. Toda ella llena de ladrillos, mezcla su estilo naranja en forma armoniosa con el verde los cerros y el despejadisimo cielo serrano. Fue un gusto conocer su estilo tan simétricamente bien cuidado y tan armoniosamente decorado.


p.d. ¿Vieron que son necesarias las zapatillas en un Aeropuerto?







lunes, enero 14, 2008

Debilidad...

Y bueno, ya de regreso en la caótica Lima, mientras venía al diario en el avejentado y desteñido ómnibus de costumbre, vi que dos asientos más adelante había una chica parada dando besitos a un cómodamente instalado galán. La delgada chica asumo tendría unos 22 años e iba llenando de mimos a un chico bien guapo que estaba sentado al pie de ella. ¿Por qué él está sentado y su novia parada? – me pregunté inmediatamente y como buena curiosa, estuve al pendiente para ver si siquiera hacía un gesto de ofrecerle el asiento. Nada. En determinado momento, casi media hora después, hubo un asiento delante de él y ella se sentó (por tanto, si estaba cansada y quería sentarse). Un tanto irritada observé como, al momento de bajar, el guapo y musculoso muchachote se paró sin ningún contratiempo y bajó realizando un perfecto movimiento de piernas (no señoras, no había fractura ni dificultad alguna que justificara no haya cedido el asiento a su propia novia…).

Entonces me acordé que el viernes, al regresar del diario por la misma ruta había visto por la ventana como un tipo, aparentemente borracho, le tiró dos golpesototes a una mujer (asumo que era su novia) en plena calle a la vista y paciencia de todo mundo. Recuerdo que no pude evitar emitir algunas exclamaciones de espanto ante tremenda descarada violencia al tiempo que mi vecina, una cincuentona fachosa, miró con desdén y me dijo “Allá ella que se lo permite. A una mujer la tratan como ella quiere que la traten”. Me molestó mucho el comentario de la señora en ese momento pero hoy lunes, viendo esta otra escena recordé su comentario y sí, a las mujeres nos tratan como nosotros dejamos que nos traten…

martes, enero 08, 2008

Adorable multitud


NO, no me refiero a las multitudes de los circos o conciertos (esas pueden llegar a ser detestables). Es la multitud de las familias numerosas. De esos conglomerados a la italiana que solemos ver en películas como “Más barato por docena” y que se convierten en el panorama típico de cada Navidad.

Allá en mi querida Piura nos solemos juntar para estas fiestas los parientes que andamos desperdigados lejos del terruño. En un caserón inmenso entramos más de dos docenas de parientes dispuestos a reconectarnos con nuestras raíces. Y sí, el laberinto reina y más de algún adulto puede llegar a perder la paciencia ante tanto griterío de los menores del clan, pero se disfruta cada instante.

Allí no existe la soledad, literalmente hablando, en ninguno de los ambientes de la casa, sin embargo, el teléfono fijo puede sonar miles de veces sin que nadie conteste. Y si llega alguien a buscarte pueden pasar tranquilamente 15 minutos hasta que te avisan. Incluso en muchas ocasiones la visita se encuentra en amena conversación con distintos tipos de adultos y niños antes de poder contactarse contigo.

Hay gente de todas las edades (desde bisabuelos hasta recién nacidos), de todos los colores y de todos los estilos. Y la bulla generada es tal, que no está permitido tener dolor de cabeza. Además, con la emoción de verse después de tanto tiempo – como si no existiera el chat – y la cantidad de historias pendientes de contar, las charlas fluyen automáticas por todos los ambientes y se prolongan al máximo, da tal forma que no puedes pasearte por la casa sin escuchar un “bla, bla, bla…” por algún lado.

Ese es parte del encanto navideño. Poder ver a la familia, saber como está cada uno, gozar de las travesuras de la pandilla de primitas y respirar ese cariño que solo en casa te pueden dar. Pierden importancia los pequeños inconvenientes – como el Nacimiento incendiado por culpa de una vela o la elegante bandeja rota – y las discusiones tontas por impases operativos pasan desapercibidas (Bien lo dio el burro de Shrek: “Navidad no es Navidad hasta que uno de los niños llora por algo que le dijo un primo”). Lo importante es estar todos juntos y compartir ese alegre momento en familia.


PD: En las fotos las pequeñas del clan en sus labores playeras de este verano. Colán - Piura - Navidad 2007