lunes, febrero 08, 2021

Desamor

Desamor. 

Acabo de leer ese título en el blog de un colega. Y pensé: cuánta razón tiene. El Covid-19 nos ha mostrado, sin pudor, lo que llevamos en el corazón. O lo que nos falta. 

Empatía

Los primeros meses se hablaba de resiliencia, el arte de saber levantarse rápido. No quedarse tumbado. Pero esta nueva realidad llegó a ser permanente y toca adaptarse. Y eso implica mirar más allá del ombligo. Andar, avanzar, sin pisar.

Amor 

Vivimos en sociedad y necesitamos respetar las normas. Y eso implica pensar no solo en lo que me place, sino en lo que nos beneficia a todos: el bien común. Cuando amas, te preocupa no solo tu comodidad, sino también el bienestar del resto. 

Reglas 

Nos piden usar #mascarillas, mantener dos metros de distancia, no salir a fiestas y no abarrotar lugares cerrados. Evitar contagiarnos o contagiar, porque los hospitales han colapsado y si te enfermas, mueres por falta de atención. Y se prolonga la #cuarentena y más negocios cierran. 


Rebeldes

Ahí está el deportista que no quiere usar #mascarilla. Va por ahí orgulloso de no tener grasa corporal y no le importa si contagia al resto, menos saludable, en espacios públicos. Y se molesta si lo critican. Ahí está el joven que fue a una de las 900 fiestas covid detectadas este mes. Ese que te insulta si lo reprendes por no respetar cuarentena. Y la lista, lamentablemente, es larga. Podría seguir...

Empatía

La batalla no está perdida. Las donaciones siguen llegando a los comedores populares. Un empresario está ofreciendo oxígeno a los hospitales. Una escolar está cocinando queques para donar  las ventas a los desempleados. Uno que entrena en el estacionamiento para no incomodar a los abuelitos del edificio que sacan a pasear al perro. Y la lista, felizmente, es larga. Podría seguir...









domingo, noviembre 22, 2020

Solo necesitamos amor

Perú sangras, Perú dueles.

Los últimos días han sido tristes para todos los peruanos. Hemos visto violencia, mucha violencia, reprimida con más violencia aún. Como cuando alguien estaba en silencio, reprimido en una esquina, y de pronto explotó. 

Perú sangras, Perú dueles. 

La gente grita. La policía tira bombas lacrimógenas a gente que tiene una mascarilla puesta. La gente llora. Se enfrentan ambos bandos como si se tratara de una guerra. Una masa humana vitorea. Los padres de los jóvenes, en casa, paralizados de miedo ante lo que muestran las pantallas.



Perú sanas, Perú resurges.

No importa la ideología. Importa recordar lo que amarse significa. Oír al que está gritando. Escuchar sus reclamos. Atender el malestar social que ha generado esta crisis política, económica y sanitaria. O al revés: sanitaria, económica y política. Buscar soluciones, tender puentes, practicar la empatía. 

Perú sanas, Perú resurges.

Sembremos amor en cada minuto de nuestras vidas. Al repartidor tratémoslo con respeto, es muy probable que extrañe su patria y esté aquí porque no tiene más remedio. Al taxista sonríele, Al pobre, al que tiene menos que tú, ayúdalo. Dona lentejas a Cáritas. O a la ONG de tu preferencia. Y si tienes un joven cerca, siéntate a conversar con él, escucha lo que tiene que decir. Ese es el camino.   

viernes, junio 19, 2020

Mi antivirus favorito

Mi antivirus favorito tiene una pizca de anti-egoísmo sumado a otro poco de disciplina y empatía. Creo, sin ánimo a equivocarme, que este virus, entre otras cosas, nos ha venido a enseñar a amar. Sí, amar. No me he equivocado de palabra. Me explico.
Amar significa, así con mayúscula, una decisión racional de hacer el bien al otro, tanto bien como el que me deseo y proveo a mi mismo. No se puede amar al otro sin amarse uno. Es decir, Amar es amarme yo y amar el próximo. Juntos buscar el bien común.


Este virus que nos golpea inclemente, nos exige Amar. Si te quiero evito contagiarte. No te expongo. No me voy a darte un abrazo porque deseo evitar que te contagies. Porque, a menos que te hayan hecho todos los test existentes y hayas dado negativo, podrías ser portador.
Pero no se trata solo de amar a los amigos y la familia y no exponerlos al contagio. Se trata de la comunidad. Si salgo, no me acerco mucho, mantengo la distancia, camino lejos del tumulto y lo evito. Menos escupo, toso sobre algo o sobo mis manos en las superficies luego de tocar mi nariz o mi boca. Porque te quiero, me alejo, como dice un slogan por ahí.


Las calles limeñas están llenas de mucho egoísmo. Lo he dicho ya varias veces. Al que le sumas la rebeldía de no querer hacer lo que me dicen sino lo que a mí me parece. Es egoísmo, y no otra cosa, lo que hace botar basura en la calle o en la fachada de una casa ajena.  Y la lista es larga.
Si quiero bañarme en la playa y salgo a pesar de que me lo prohíben porque "me da la gana", según dice ese que sale con su tabla, desafía la disposición y, para empezar, da mal ejemplo. Si están diciendo no salgan es para que todos obedezcan, porque si sale uno y no pasa nada, entonces salen todos y se hace tumulto y viene el contagio.
No estoy diciendo que no existan personas que salen para ver si consiguen algo para comer ese día y que como no tienen refrigerador no pueden comprar para varios días y literalmente pueden morir de hambre. Digo que si sales puedes cuidarte y cuidar a los demás un poco más si lo intentas.
Hay zonas en donde es mucho más fácil contagiarse por el tipo de vivienda, pero si quienes viven en distritos "aireados y cómodos" hubieran cumplido las reglas a raja tabla al principio no tendríamos ahora el desastre que se vive en zonas menos favorecidas y mucho más difíciles de contener. Sí un portador no se va de visita por aquí y por allá no contagia. Y no exponer al otro al contagio es una forma de amar. 

No sé

No sé si existe
el amor a primera vista
Pero nunca podré olvidar
como brillaban tus pupilas
el día que te ví por primera vez.

No sé si esto es solo platónico
pero siento que soy toda de tus labios
aun cuando jamás nos hemos besado.

No sé si es amor platónico
o una locura mía
pero quiero que me quieras
como cuando por primera vez
tus ojos me amaron.


sábado, febrero 29, 2020

Ese sujeto llamado prójimo

Pequeños actos - y gestos - nos dicen mucho del corazón de las personas y sus niveles de apertura al bienestar común más allá del uno mismo. No nos confundamos. No digo que no tengamos amor propio, sino que pensemos un poquito más en el tú, el nosotros y ellos.
El limeño promedio a veces parece metido en una carrera contra el tiempo donde el "yo me mi conmigo" prima. No es que no tengamos otras virtudes o no seamos buenos amigos, sino que el prójimo queda fuera y el desconocido no existe.

El reciente escándalo del gerente del restaurante que uso el sitio preferencial reservado para discapacitados y lejos de disculparse admitiendo el error ante el reclamo se puso altanero, fue una clara muestra de esa dolencia como sociedad insensible que nos aqueja.
El sitio preferencial existe para ayudar al prójimo, a ese desconocido que necesita nuestra mano porque tiene una vida más complicada que la del resto. Sacar una silla de ruedas del auto es complicado y entrar sin rampa aun más. Dejar libre su sitio es el camino para facilitarle la vida. Es pensar en el tú primero, ese tú que no es mi pata.
Los comentarios en redes de respaldo al trasgresor de la norma tenían un elemento común de normalizar la prepotencia y justificar el egoismo. Ese mismo que prima también entre los que ayer se quejaban de los retrasos en el tren por culpa de un suicidio. ¿Qué nos pasa? ¿Desde cuando mi prisa es más importante que el sufrimiento ajeno?

Lo peor es que lo vamos normalizando y creemos que está bien ser egoístas. Es quizás por eso que ahora Amy (de Mujercitas) nos parece "buena". No señores, Amy envidia a su hermana, quiere todo lo mejor para si misma y no piensa en los efectos de sus actos en su propia hermana, menos en el prójimo desconocido. En la nueva versión cinematografica de la historia el personaje es el mismo, lo que pasa es que ahora justificamos el "vale todo" por mí felicidad sin importar quien queda atrás. Y eso es justamente lo que, como sociedad, tenemos que cambiar.

domingo, febrero 24, 2019

Todos somos Roma

Solo para pecar de cursi arrancaré diciendo que todos los caminos conducen a #Roma. En verdad, todos somos Roma, al menos en Latinoamérica. Todos vivimos en una simil de la calle Roma y tenemos en nuestra memoria alguna Yalitza que era parte sustancial de la familia. Esa segunda mamá que a nosotros o a alguien muy cercano a nosotros, cuidó por pocos centavos.
Al ver la cinta sentía que estabamos en Perú. En mi mente desfilaron miles de anastacias sacadas del violentado Ayacucho y obligadas a dejar atrás su quechua para cuidar niños ajenos como propios. Ahí estaban engañadas, abandonadas, resignadas, sumizas, temerosas, aburridas.
El mérito de la película va más allá de la reivindicación. Nos muestra una realidad viva, persistente, cotidiana y no por eso menos triste y dolorosa. No es, para nada, una historia entretenida. Es una foto triste de una problematica persistente en nuestros continentes.
La Lima actual , al igual que México, aun tiene mucho machismo, racismo, clasismo y un largo etcétera. Es ese sentimiento el que ha hecho que muchas voces protesten por las nominaciones al Oscar, por las portadas de revistas y toda la bulla a favor de Yalitza. Y es ese mismo sentir el que ha originado la protesta de las socias de un club limeño por la excesiva presencia de nanas "sin derecho".
Gane o no el Oscar, Yalutza ya triunfó. Reavivó el debate, abrió los ojos al mundo sobre lo que significa ser indígena y trabajar en una casa cuidando de otros. Nos recordó su rol dentro de la familia y la sociedad. Fue la voz de miles de empleadas del hogar. Ya se que no son seres perfectos, pero el director no buscó endiosarlas, solo recordarnos al mundo cómo es su vida y cual es su aporte al núcleo familiar. Y lo logró en forma magistral.

viernes, octubre 12, 2018

No todos

No todos los peruanos somos rateros, cochinos, corruptos y saca-vuelteros. El estereotipo hace daño. Y está en nuestras manos, uno a uno, cambiar esa imagen.
Sí, la realidad nos está golpeando fuerte este año. Todos los ex-presidentes de los últimos años - y los candidatos mas fuertes- investigados por sobornos o labado de activos. Y tenemos un congreso repleto de personas que a costa de mantener su inmunidad - y seguir trafeando tranquilos - aprueban leyes para protegerse.
Indigna. Lo que debería ser la excepción es cosa de mayoría. Lo ilicito se vuelve pan de cada día y se crea una coraza de conformismo ante lo indebido.
Pero no todos somos ladrones. Y tenemos que defendernos con ejemplos individuales, de a uno. Perú somos los de a pie. Perú somos todos. Y queda gente honesta.
El otro día, al pie de un parque, encontre un panadero ambulante honesto. Le di lo que creía eran varias monedas de 10 centimos que sumaban dos soles y cubrían el costo de un delicioso buñuelo de manzana. Me devolvio la mitad. Insisti, "señor son dos soles, tenga". Volvió a contar y me las devolvió una vez mas, sonriendo. Entonces cai en la cuenta de que eran monedas de 20 centimos. No quizo cobrar de mas ni aprovecharse de mi despiste.
Esto es el Perú. No importan los políticos corruptos. Perú somos todos. Incluso este panadero viejito, pulcro, honesto, amable y muy limpio. Lo felicité, le agradecí su honestidad, sonreí y pensé: no todo esta perdido. Vamos adelante, Perú.

domingo, abril 29, 2018

La casa de cristal

Vivimos en una casa de cristal. El termino lo acabo de leer en un artículo de opinión (de Fabiola Morales) y me pareció muy preciso. El gran hermano se queda chico y no sé si nos estamos dando real cuenta de lo que pasa o si estamos perdiendo la noción de intimidad.
Partimos del escándalo de Facebook, quien filtro data personal, y llegamos a Mamani y sus videos que lograron la renuncia de un presidente. El punto es que se está haciendo público algo privado y los defensores de la trasgresion de la privacidad son cada vez más.
Sí, cuando hay un delito grave un video puede ser la prueba, pero debe ser obtenida lícitamente. Pero mas allá del caso puntual, hay muchos videos circulando en redes mostrando actos privados o íntimos. La tecnología nos permite grabar con mucha facilidad y compartir contenido en forma pública. Pero lo mas grave, creo, es que la mayoría ni se inmuta: les parece normal y correcto difundirlo todo.

¿Comí un saltado? Ahí está la foto. ¿Me emborrache e hice un papelón en la puerta del restaurante? Video viral con miles de vistas. ¿Violé a una chica en plena discoteca? Cientos comparten el material, lo comenta, se burlan ¿Perdi la paciencia y grité a la cajera del supermercado? Tendencia en twitter. Y ni se diga si sugerí sobornar a un ministro, pues la versión editada copa titulares en toda la tv.
En algunos casos puede ser útil el deseo de ser ciudadanos activos en la denuncia para evitar impunidad, pero hay un límite entre lo correcto y lo incorrecto que se está diluyendo. Una mujer se pelea con el novio y publica en Facebook todos los chats del supuesto canalla para que vean sus amigos lo mal sujeto que era. Capturan pantallas sin reparo y las difunden sin remordimiento.
Las nuevas generaciones crecen acostumbradas a vivir en una casa de cristal en donde, como el gran hermano, todo se filma y se está a expensas del dominio público, de una gran audiencia que consume realidad pop corn en mano, sin remordimiento alguno. Y no sé, pero creo que tenemos que encontrar un límite: proteger nuestra intimidad y respetar la ajena. No solo se trata de que Facebook o las industrian sepan qué desayuno, se trata de poder desayunar sin tener miles de espectadores. Algo tiene que cambiar.