domingo, febrero 24, 2019

Todos somos Roma

Solo para pecar de cursi arrancaré diciendo que todos los caminos conducen a #Roma. En verdad, todos somos Roma, al menos en Latinoamérica. Todos vivimos en una simil de la calle Roma y tenemos en nuestra memoria alguna Yalitza que era parte sustancial de la familia. Esa segunda mamá que a nosotros o a alguien muy cercano a nosotros, cuidó por pocos centavos.
Al ver la cinta sentía que estabamos en Perú. En mi mente desfilaron miles de anastacias sacadas del violentado Ayacucho y obligadas a dejar atrás su quechua para cuidar niños ajenos como propios. Ahí estaban engañadas, abandonadas, resignadas, sumizas, temerosas, aburridas.
El mérito de la película va más allá de la reivindicación. Nos muestra una realidad viva, persistente, cotidiana y no por eso menos triste y dolorosa. No es, para nada, una historia entretenida. Es una foto triste de una problematica persistente en nuestros continentes.
La Lima actual , al igual que México, aun tiene mucho machismo, racismo, clasismo y un largo etcétera. Es ese sentimiento el que ha hecho que muchas voces protesten por las nominaciones al Oscar, por las portadas de revistas y toda la bulla a favor de Yalitza. Y es ese mismo sentir el que ha originado la protesta de las socias de un club limeño por la excesiva presencia de nanas "sin derecho".
Gane o no el Oscar, Yalutza ya triunfó. Reavivó el debate, abrió los ojos al mundo sobre lo que significa ser indígena y trabajar en una casa cuidando de otros. Nos recordó su rol dentro de la familia y la sociedad. Fue la voz de miles de empleadas del hogar. Ya se que no son seres perfectos, pero el director no buscó endiosarlas, solo recordarnos al mundo cómo es su vida y cual es su aporte al núcleo familiar. Y lo logró en forma magistral.