viernes, diciembre 29, 2006

Buena onda


Matías se acercó sin vergüenza y con una sonrisa nos ofreció el oro y el moro. Sus largas trenzas doradas brillaban tanto como el sol y sus transparentes ojos se confundían con el mar. Confieso que me interesó más su rostro que sus collares, pulseras y aretes. Con un castellano masticado y una sencillez impresionante se entretuvo en una conversación eterna. Había salido de Alemania cinco años atrás para viajar por el mundo. Tenía ya un año en el Perú viviendo de lo que vendía. Andaba escaso de equipaje y comodidades. Le bastaba con un buen plato de comida, la compañía de su amada, la lealtad de su perro y un lugar donde dormir. No quería, ni necesitaba, ni se angustiaba por nada más. No parecía vicioso ni nada por el estilo, tan solo un hippie feliz, despreocupado, super buena honda. Le compré unas medallas y me regaló un anillo, hecho al instante, con una luna y un sol enlazados, como adivinando que eso una vez significó mucho para mí. Créanme que se le veía tan contento…

Martha, tan piurana como el algarrobo y tan trigueña como menuda, no sabe molestarse. Al menos parece vivir siempre en las nubes. Tan descomplicada y despreocupada, que te relaja el solo hecho de contemplarla sentada en su mecedora o apoyada en el mostrador. Escucha, sonríe y entrega. Ni más, ni menos. Y ni bien te vas sale volando por la ventana para recorrer el océano entero, sin límites posibles. El otro día entré a comprar alguna minucia, pero como no tenía sencillo para el vuelto, con la mayor naturalidad del mundo me dice “luego me das”. Así sin más, sin nombre ni apellido, sin pasar la dorada por el lector, ni caras serias, ni carta notarial de garantía. La desconfianza y malicia a las que me tienen acostumbrada en la bulliciosa Lima no corre por sus venas. Aquí la gente es tan diáfana…


¿Serán tus aguas, Colán adorada, las que contagian tanto encanto y tanta paz a todo aquel que tocas?

martes, diciembre 19, 2006

¡Inolvidable!!!

Sucedió ayer, pero no lo olvido… ni lo olvidaré.

Estabamos todos envueltos en el bullicio navideño, pensando en cómo celebrar las fiestas, cuando una noticia nos congeló en seco. Un grupito de terroristas había entrado a la cena de gala en la embajada del Japón, consiguiendo capturar como rehenes a cientos de invitados.

Con el alma por los suelos, y algo de alivio, vimos liberar a la madre del presidente Fujimori, entre otros afortunados. Vimos con una sonrisa de oreja a oreja como Andrade, por tantos años alcalde de Miraflores, se escapó corriendo por una ventana. Nos sorprendimos con la astucia de un camarógrafo de canal 4 que llego demasiado cerca de la puerta. Y nos irritamos ante las pretensiones del guerrillero que exigía liberen a los terroristas presos.

Nuestra calle, donde paseamos en patines tantas veces y por donde normalmente los autos se detenían si una pelota caía a la pista, se llenó de cientos de reporteros del mundo entero. Varios agentes de inteligencia se disfrazaron de civiles y se pararon en nuestra bodega a chismear con los vecinos.

Más de uno miraba al niño en el pesebre y pedía – imploraba – que los rehenes fueran puestos en libertad. Pero parece que San Nicolás no tenía mucha llegada con los terroristas y todos los analistas preveían una triste Navidad.

Llegó la nochebuena y fuimos a nuestra San Felipe. Luego del ingreso de los acólitos con sus velas alumbrando la total oscuridad, los cantos alegraron la velada. Como siempre el padre habló un rato sobre lo efímero de caer en el consumismo de dedicarse solo a comprar regalos, pero luego se centró en nuestros nuevos atrapados vecinos.

Habló del dolor de las familias, del sufrimiento de quien está encerrado, de la incoherencia de la lucha de clases, de lo negativo del rencor y de cómo el amor puede vencer el odio. “Vivamos una verdadera Navidad y llevémosles un poco de alegría a nuestros hermanos” encomendó.

Y así lo hicimos. En masa, salimos de la Iglesia bien engalanados y vela en mano avanzamos una cuadra hasta la espalda de la residencia del embajador del Japón. Y cantamos muchos villancicos hasta que nos dieron las doce. Y gritamos tan alto como pudimos: “Feliz Navidad”.

Fue un abrazo enorme. Todos lloraban y cantaban. Las manos entrelazadas, los corazones agitados, las voces roncas. Sentimos que estabamos con ellos. Los blancos muros quitaban la libertad a ministros, empresarios y diplomáticos… pero no les impedían oír nuestro saludo. El consuelo llegó. El dolor aminoró.

No los soltaron esa noche. Ni ninguna otra. “Dicen que están cavando un tunel” – rumoreaba el chino de la esquina. “No pasan de marzo” repetían en la botica. “Ese camión es sospechoso” murmuraban las abuelas.

San Nicolás se demoró tres meses en hacer realidad el deseo de los hijos de más de un ministro secuestrado. Y sí, los comandos hicieron un tunel y entraron a la embajada y salvaron a todo el mundo. Solo murieron los terroristas y por eso sus madres hoy siguen reclamando la falta de respeto a la vida del delincuente. El Japón le agradeció de por vida a Fujimori el éxito del rescate. Muchas lágrimas de alegría inundaron las pistas. Y la calma volvió a Marconi.

Diez años después, un grupito de delincuentes vuelven en la misma fecha a realizar una emboscada y matar a varios policías en el interior. Las autoridades dicen que son terroristas. Alan García dice que debemos matarlos. Algunos creen que son solo narcotraficantes, reyes de la selva escondida. ¿Queda en este país, a pesar de tantos tristes recuerdos, promotores del odio ideológico? ¿No hemos aprendido nada? ¿Vamos otra vez a retroceder como el cangrejo?

Deseo el incidente sea un susto aislado y la historia no se repita. Deseo el odio a los ricos o el odio a los pobres no vuelva a dividir el país. Deseo el 2007 sea un mejor año para el Perú y para cada uno de todos los blogger lectores. ¡Deseo tengan una muy feliz Navidad!!!

miércoles, diciembre 13, 2006

¡Sueños!!!



Ahí estamos, en la cola de Santa. Su pequeña manito suda y tiembla, sus brillantes pupilas parecen volar por los aires y el corazón se le sale del pecho. Tiene una sonrisa tan, pero tan grande, que no se la quita nadie.
- ¿Este es el verdadero santa? – repite por enésima vez
- Es un santa verdadero, porque los juguetes que nosotros hemos dejado en la entrada de su fábrica van a ser reparados y luego repartidos a miles de niños pobres del interior del país. Y eso hace Santa: llevar alegría a los niños que no tienen un papá y una mamá que les compre juguetes.
- Pero él no vive en el polo norte…
- No, el que vivía en la nieve está ahora en el cielo. Ese fue un santo que vivió hace muchos años y todas las noches de Navidad repartía juguetes a los niños pobres. Dicen que el mismo fabricaba los juguetes de madera…

Continué contando varias historias más, dando los detalles respectivos, hasta que nos tocó llegar frente a él. Lo abrazó, le dio su besito y apretó fuerte su mano. Él en verdad era un anciano sonrosado, muy cariñoso y atento.
- ¿Qué le pediste?
- ¿Ha? Buenooooo, le pedí que me sacara buenas notas en mis exámenes para poder pasar la Navidad en Colán.
- ¡Que bien!
- Y ahora, ¿Adónde vamos?
- ¿Sabías que yo tengo una página en Internet que se llama “Adónde vamos”?
- Hay tía, que mentirosa que eres….

No intenté discutir con tamaña sabelotodo sobra la verdadera existencia de esta página porque yo también estaba tan emocionada de ver al Santa de Coca Cola, que mi mente ya estaba viajando en el tiempo.

Cuando yo tenía cinco, también creía a pie juntillas en el barbudo regalón. Mi mamá me dijo que escribiera una carta pidiendo un juguete y yo, con mi escaso vocabulario de aquel entonces, pedí una cocina de juguete linda, con comida de plástico incorporada. Días antes la había visto en una tienda y me había enamorado de ella. Y - como imaginarán - la dichosa cocina estuvo en mis manos para Navidad.

Lo maravilloso de todo esto es que dicha cocinita no estaba en realidad a la venta en esa juguetería. Mi mamá, en uno de sus viajes, la había comprado y traído para mí. Pero como ella sabía que yo creía en Santa, para hacer que me gustara la super cocina y la encargara en la carta, se le ocurrió pedirle al vendedor que me mostrara el juguete como si fuera de él. Así que ese ángel maravilloso que me trajo al mundo se tomó el trabajo de ir tres veces a la tienda, darle propina al vendedor y endulzarme con el juguete que ya había comprado previamente. Todo para robarle una sonrisa a la que habla.

Eso es lo más lindo de la Navidad. El cariño de unos y otros, reunirse con la familia para pasarla bien, el tener detalles de afecto y alegrar a quienes queremos. Y para todos los que creemos en Jesús, pues alegrarnos con su cumpleaños 2006.

Sí, es cierto que los centros comerciales ven esto como una forma de enriquecerse a costa de las ilusiones infantiles. Sí, es cierto que Coca Cola quiere vender más gaseosas. Y que las jugueterías están haciendo caja. Pero bueno, no me parece feo que mientras ganan algo de dinero los niños pasen un rato agradable. Feo es enriquecerse a costa de la venta de cocaína y demás formas de destruir la vida o la esperanza del ser humano…

lunes, diciembre 04, 2006

A lo mismo


Repetir el postre es propio de quien olvida la dieta y sede ante el placer. Repetir una y otra vez La Guerra de las Galaxias una obra de misericordia para los fanáticos de la saga. Repetir un vestido producto de la falta de presupuesto. Y repetir mandatario… ¿Insensatez? ¿Masoquismo? ¿Necesidad? ¿Locura? ¿Prudencia?

Ahí está Fujimori, reelecto hasta el cansancio por convencimiento popular para terminar en una histórica fuga ante el descubrimiento de supuestos malos manejos. Y ahí está, orgulloso a más no poder, el polémico Chávez, reelecto por varios años más. ¿Lo lamentarán luego los venezolanos? La historia dirá.

¿Porqué nos aferramos a las repeticiones? Si algún sociólogo está leyendo esto, pues que se explaye. O si un analista internacional tiene alguna idea, que nos ilustre. Por lo pronto, así en el ámbito coloquial, la gente acá termina definiendo una repetición por comodidad, miedo al cambio o falta de alternativas convincentes. Lamentablemente en muy pocos casos es porque se considere al reelecto como un modelo idóneo e inigualable.

Acá las elecciones presidenciales las define el joven, el votante moderno, el pujante trabajador o estudiante sacrificado. El 52% de los votantes (el mismo 52% que eligió al ahora presidente peruano Alan García) está compuesto por menores de 35 que estudian y/o trabajan en las ciudades y se definen como progresistas y amantes del cambio. Algo irónico para más de un abuelo que sufrió y agonizó en 1987 con la hiperinflación de nuestro actual reelecto presidente.

En las recientes elecciones municipales también hemos tenido una repetición. Al menos en Lima, el famoso grupo de votantes modernos optó por repetir el plato. Y según la información a la que se tiene acceso por el momento, su labor ha sido adecuada, aunque no ha logrado cumplir con todo lo que la ciudad necesita.

En Miraflores, lamentablemente, no hubo repetición. Bueno, Andrade estaba postulando ya por tercera vez y quizás por eso la gente decidió mandarlo a descansar. Pero valgan verdades, Andrade ha hecho mucho por el distrito, razón por la cual los miraflorinos nos hemos quedado con los dedos cruzados, esperando que dentro de unos años vuelva a postular.

El sucesor de Andrade no la tiene fácil. Tiene que mantener el sistema de transparencia, el apoyo a los escolares y la modernidad tecnológica. Tiene que continuar con el portal web y demás avances. Y además, tiene que mejorar lo que Andrade no pudo culminar: limpiar por completo los puntos de distribución de drogas y delincuencia. Miraflores no es como San Isidro: tiene calles lindas y calles no tan lindas en donde algunas personas amigas de lo ajeno, si se baja la vigilancia, pueden reorganizarse y generar más de un dolor de cabeza.

Quizás si históricamente los cambios hubieran generado avances y no retrocesos, la gente gustaría más de evitar las repeticiones. Pero en estas tierras se ha sufrido tanto por la costumbre de que cada caudillo nuevo empieza cambiándolo todo y retrocediendo a pasos agigantados, que hasta los votantes modernos, esos que deciden las elecciones, tienden a repetir el plato.

Ojalá, vecinos venezolanos, no se arrepientan… ojalá.