miércoles, agosto 01, 2007

Taxis


Va y viene. Te mece, te arrulla, te adormece. Te envuelve en su armonioso susurro y te hace olvidar el atolondre limeño. Y no sólo es el sonido de las olas, o la brisa marina, o la irradiación solar. Es el paquete completo. Es el ir y venir en la hamaca – maravilloso invento humano – contemplando el ir y venir de las olas y los escasos transeúntes cruzar.

¡Gracias Dios! – grita mi alma al tener la posibilidad de estar ahí al menos un par de días. ¿Y cual es la diversión de quedarse ahí sentada mirando el mar? – increpa la menor de mis primas, quien anda molesta porque la gripe le impide bañarse. “Contemplar tanta belleza” – le respondo, aún cuando sé que no lograré convencerla - “Y olvidarme de la fría y turbulenta Lima” – le explico.

Allá lejos se quedó Alan con su discurso, Humala con sus eternos reclamos y Castañeda con su reordenamiento del tráfico. Allá se quedaron los ensordecedores claxon y el CO2 y los vendedores ambulantes. Y saco el libro que me regaló la última compañera de taxi que tuve y empiezo a leer “Solo el amor basta para sentirnos felices”.

Esa fue Doña Isabel del Pino Arce, una poeta que me crucé el miércoles de la semana pasada en un taxi colectivo. Resulta que ambas queríamos salir del centro y no se nos ocurrió mejor idea que hacerlo en un taxi colectivo justo cuando habían cerrado unas calles por un desfile patriótico. Pasamos ambas – y el conductor – al menos cuarenta minutos conversando sobre mil y un teorías porque el carro apenas y avanzó en ese tiempo cuatro cuadras. Y entre tanta plática sobre como era el centro antaño – cuando ella iba con sombrero y guantes a pasear por el jirón de la unión – me contó sobre sus libros de poesía y su último escrito en prosa “Lo que nos faltaba”, el cual me obsequió sin falta al día siguiente en el periódico.

Sí, no todo es terrible en la fría Lima que me recibió ayer. Sobreviven los poetas y aún quedan algunas flores en los parques. Y siempre habrán taxis con historias interesantes. Como el de hoy, quien me contó que el pobre señor sin brazos que vino a pedirnos limosna gana al día al menos unos 100 soles al día en propinas. Me dice que el otro día le hizo una carrera y llevaba 140 soles en el bolsillo de la camisa. Y en verdad esto refleja que existe la caridad entre los limeños, porque a un hombre sin posibilidad de trabajar le dan suficiente dinero como para sobrevivir. Claro que al taxista no le hacia mucha gracia porque él, conduciendo el carro todo el día apenas llega a 80 soles por día…

Pero bueno, el punto es que en un taxi uno siempre encuentra historias interesantes y variopintas, como las que mi jefe a decidido contar. Sí, él ha decidido incursionar en la blogósfera con las historias de taxistas. Los invito a todos a visitarlo, realmente muy buenas historias…

6 comentarios:

Viv. dijo...

"...entonces solo el mar puede salvarme", dice Mario Benedetti, cuando sus ojos se cansan de tanto "realismo" -abundante en nuestras tierras-.
Estoy viendo las olas con sus sombreros blancos sobre vestidos azules; el viento las invita a salpicar la rambla y ellas no oponen resistencia. Ellas tan libres, ahi jugando... (Sana envidia)

Besos.

Marcela Mendoza R. dijo...

ojala la buena vibra playera dure largo rato y el estresante ajetreo limeño no haba mella tan pronto!!!

hermosa cita blue

La gata que no esta triste y azul dijo...

Siempre es necesario un respiro.

Dinia Solano dijo...

Felicidades por el descanso, y buena recomendación. En cualquier situación de la vida hay historias, las mejores del mundo, que los grandes escritores nos cuentan con una creatividad sin límites.

Saludos y suerte al nuevo bloguero!

Anónimo dijo...

Hey colega
Qué bueno ver el mar y cómo calma el agua. Yo, después de 7 años en el "primer mundo" he vuelto al caos original al moverme aquí al Cairo, y lo único que calma los nervios es la contemplación del Nilo.
Un abrazo.

Marcela Mendoza R. dijo...

¡que suerte contemplar el Nilo!