miércoles, mayo 02, 2007

Vanguardias de la Emancipación

Por razones diversas propias de las complicaciones del periodismo, me encontraba yo en 28 de julio esperando un bus que me acercara al diario. Apurada como siempre, preferí empezar a caminar por la avenida Lampa para llegar a Emancipación. Como eso de estar ahí inmóvil con cientos de amigos de lo ajeno era un riesgo, asumí que al moverme correría menos peligro.

Unos pasos más allá empezó mi taquicardia cuando, en lugar de cruzarme con un vendedor de choclos sancochados, me topé con un vendedor ambulante de armas. Ahí, casi al pie del palacio en donde se supone se decide quien ha sido justo y a pocos metros de donde se consiguen todos los títulos falsos que uno pudiera imaginar, estaba tan campante un hombre mostrando navajas y pistolas al mejor postor.

Luego de avanzar presurosa, me topé con una bandada mañanera de criminales. Cual manada, iban con paso torpe, ropas viejas y miradas incisivas. “¿Qué hacen tantas personas juntas, sin prisa alguna, paseando sin rumbo, buscando problemas?” me dije mientras baje la velocidad al mínimo para no tener que cruzármelos.

Asombrada, vi a las jovencitas que “alquilan” sus celulares en una esquina. Letrero al cuello y risa en los labios, las casi niñas estaban despreocupadas buscando clientes sin prestar mayor atención a las continuas bandadas o pandillas que circulaban por el lugar.

Al parecer, los diversos grupetes de chicos no habían dormido y su circulación a las ocho de la mañana tenía más apariencia de búsqueda de víctimas para “continuar la juerga”. Los pocos “oficinistas” vestidos de traje bajaban asustados de sus taxis y prácticamente corrían al interior del palacio, como si dentro de él se pudiera encontrar la paz.

Convencida ya de que nunca debí haber circulado tan temprano por esas calles, llegué a Emancipación con el alma en la boca. Ahí estaban el vendedor de lupa de bolsillo de oferta, los lustrabotas, el cieguito con sus controles remoto universales, la gordita que te ofrece pesarte en una pequeña balanza y el cojo de los chocolates. Suspiré aliviada al encontrarme con mis habituales informales.

Al rato mi sorpresa fue mayor cuando, pasando al canillita, ví un llamativo letrero en donde la modernidad había llegado. La dueña, con el orgullo de quien descubrió la pólvora, invitaba a los transeúntes a la cibernética. “Balanza Digital” rezaba el letrero imponente, marcando la diferencia. Sí, era una balanza casera puesta en el piso como las demás, pero por la supuesta exactitud que ofrecía su sistema, costaba el doble: nada menos que veinte céntimos (0.05 centavos de dólar).

Luego de sonreírle a la orgullosa dueña de tan alta modernidad la calma volvió. Estaba aliviada al ver a mis habituales desconocidos, quienes me parecieron hasta inofensivos a pesar de la mala fama de la calle Emancipacion. Contemplé entonces los titulares de la prensa en donde destacaban la matanza realizada por un joven asiático en una universidad norteamericana. Y sentí a norteamérica tan cercana...

5 comentarios:

Marcela Mendoza R. dijo...

Aviso de servicio publico: para que luego nadie me reclame por no haber avisado antes les comunico que la proxima semana estamos de santo.

y una vez más disculpas por el abandono. un mes estuvo abandonado mi blog y los blogs de mis bloggers favoritos!!!

espero no se vuelva a repetir.

Dinia Solano dijo...

Hola!! Qué dicha que estás de nuevo on line.
¡¿Cómo va a ser que se vendar armas en la calle?!
Me parece que en nuestros países es lo mismo, todos salimos de nuestros trabajos o de los autobuses corriendo para llegar a nuestro destino sanos y salvos. De paso, golpeando con el bolso, la sombilla o el salveque a quién se atraviese en nuestro camino con tal de esquivar a los posibles ladrones. Ciudad o pueblo rural, es casi lo mismo.

Esther dijo...

¡Qué miedo! Yo también pasé una situación parecida. Era un borracho que se puso a decirnos obcenidades a mí y a mi hermana. Menos mal que estaban nuestros padres para llevarnos en coche. Pero, cuando el coche pasó delante de él, aún así, nos seguía y gritaba quién sabe qué.

¡Qué irónico también que estando cerca de un edificio importante, que representa la justicia, haya gente vendiendo armas, etc! En realidad, sí que chocaría.

Un saludito.

Marcela Mendoza R. dijo...

holas chicas. sí la verdad primera vez que veía yo a un vendedor de armas ambulatorio... y nunca me imagine verlo cerca del palacio de justicia!!!

ROx dijo...

No, Marce, no, Norteamerica esta muy lejos, a 12 horas de distancia (y cuando el avion vuela hacia Peru solo se ve el mar y el mapita en la pantalla mostrando cuanto falta para llegar...)
Y el coreano que mato a tanta gente en Virginia Tech lo hizo a apenas una hora de mi casa, en el estado de al lado, cerca del restaurante donde celebre mi cumpleanos...casi cerca de mi casa, pero no tan cerca...un poco lejos...o bastante cerca...o bastante lejos...
...
ROx
Me olvide de mi clave ja ja, he casi lejos...