jueves, marzo 08, 2007

Originalidad

Podría dedicar este post a contarles que ha empezado el frío matutino muy pronto en Lima, o que el taxista que me tocó hoy me reveló secretos increíbles de un polémico político, pero como no me constan más que de chisme, mejor lo dejo ahí. Más bien quiero unirme al grito de protesta y armar más ruido del que ya se armó ayer en la prensa y en la televisión.

Recogí mi diario en la puerta, como hago todos los días, y caminé sin prisa alguna, rumbo a mi escritorio, cuando la noticia de la portada del diario me detuve en seco. ¡No puede ser! - dije espantada.

Lo conocí cuando tenía apenas cinco años y nunca me olvidé de él. Cuando entré a su oficina acompañando a mi papá, sentí un poco de miedo. Todo era de madera oscura, había poca luz y en la vieja radio sonaba música de la que escuchaba mi abuelo.

Recuerdo que todos los miedos se me fueron cuando el enorme y regordete señor se inclinó hacia delante en su escritorio y - tras abrir un cofre inmenso - me invitó un chocolate. La media hora se pasó volando y tras varios chocolates, nos fuimos.

La siguiente vez que lo volví a ver también fue pura alegría. Llegó a la casa de campo del abuelo en un auto de lujo. Tras una pausada bajada del auto (el sobrepeso lo hacía caminar con dificultad) nos miró a los niños, nos sonrió dulcemente y sacó una caja enorme de pasteles. Sólo en la pastelería había visto yo tanto dulce junto. "Este señor gordito si que es bien buena gente" - pense.

Además de los dulces - que era lo único que me interesaba a mí en aquel momento - el señor bajó una caja con unas botellas negras. Todos mis tíos lo saludaron como si se tratara de un rey y lo agasajaron a lo largo de la tarde, mientras observaban las botellas, bebían y conversaban de cosas de lo más abstractas. Aparte, nosotros vivíamos un festín de crema pastelera, fresas, chocolate y nueces.

No sé que opinan ustedes, pero alguien que llena de azúcar la boca de un niño se gana su cariño por siempre. Yo escucho su nombre y sonrió. Y no solo yo. Todo limeño que haya ido a la bodega de su familia para degustar su vino o pisco lo tiene en alta estima. Y no es para menos. Desde 1880 fabrican uno de los mejores piscos peruanos.

Indigna, por decirlo suavemente, lo que le está sucediendo. Resulta que nuestros estimados vecinos chilenos, Juan Pablo Queirolo en particular, se les ha ocurrido el mes pasado la genial idea de inscribir la marca Pisco Queirolo en Chile para comercializar y vender el aguardiente que produce dicho señor con un logo muy parecido al logo peruano del antiquísimo Pisco Queirolo.
¡Que falta de originalidad! Ya bastante incómodo es que se dediquen a exportar su licor usando el nombre que a Perú pertenece. Como ya expuse con anterioridad aquí, en la época pre inca los alfareros tenían unas vasijas para el agua a las que denominaban "piskos" y en donde, cuando vinieron los españoles y trajeron las uvas, colocaban el aguardiente producido en dicha zona, donde también habitan unos pájaros a los que en quechua llamaban "pishcu". Cuentan los cronistas del siglo XVII que a los pobladores de dicho lugar y al licor que producían se le denominó Pisco. Por tanto, el pisco es el licor peruano producido en dicha zona. El aguardiente de Piura o Trujillo no es Pisco. Y el aguardiente de Chile no es Pisco. ¿Y encima ahora van a usar el nombre de una marca peruana para vender su producto? ¿Es tan difícil inventar un nombre diferente? Creatividad señores….


(P.D. A todas las colegas, amigas, primas, bloguers y demás damas que pasan por aquí hoy les deseo un muy feliz día de la mujer.)

3 comentarios:

Dinia Solano dijo...

De lo que se valen los empresarios para intentar vender sus productos. Se aprovechan de la buena historia y fama para hacerle creer al consumidor novato que su producto es el mismo.

Por acá pasó dentro del país con el queso producido en la zona de Turrialba. Los mayores productores de lácteos a nivel nacional le pusieron a uno de sus productos Queso Turrialba, cuando no tenía la misma calidad del queso de los pequeños productores de la zona.

No sé en qué terminó esto.

Ahora competencia llega a tal límite en que tenemos que patentar nuestras marcas en todos los países del planeta para que pase esto.

Anónimo dijo...

Indignante por decir lo menos,pero no me llama para nada la atención si un chileno es el dueño de la Luna y no es broma.

Marcela Mendoza R. dijo...

fijate con los quesos dinia! que horror!

je je
buen aporte tizia!