
La humedad es la culpable de que las pantuflas estén húmedas. Las mujeres desesperadas de Norteamérica las culpables de mi profundo sueño. Y la falta de cafeína la culpable de no encontrar las llaves. Aún no sonrío.
El ómnibus va lento y el ruido del motor retumba en mis oídos. Una radio Felicidad nos recuerda que el amor nació del alma. Y de pronto tengo frente a mí un lindo ejemplar masculino. Sus ojos son verdes como las hojas de un eucalipto, sus risos oscuros como la noche regalan un agradable contraste y su porte de deportista (maletín de Adidas en mano) un buen augurio.
Una moneda se cae y el galán se agacha. Dedica miles de segundos a atraparla. Me regala una primera sonrisa y yo guardo presurosa la moneda. Cierro los ojos hasta que el recitar de penas de un sencillo anciano me conmueven. Le compro un caramelo de menta y le sonrío convencida de la veracidad de sus palabras gracias a su triste mirada.
Estamos ya en el centro y el periódico me llama. Hago un gesto a mi bonito vecino y él atina a decirme "¿Ya te vás?" con otra hermosa sonrisa. Deambulo sobre algodones sin cruzarme con ninguna otra sonrisa hasta el diario.
La máquina se enciende y me avisa de algunos cumpleaños. Lulu, que no crece ni cambia jamás, es la reina de las sonrisas y está de fiesta. Todos la quieren y consideran simpática. Ella siempre está sonriendo. Aún cuando tiene una lluvia de quejas que oír. Aún cuando le duele la cabeza. Aún cuando está molesta con superman o con Toledo. Pero no solo ella. María Eugenia, otra reina de la sonrisa a pesar de los pesares también está de fiesta. Y Mónica, la de la nada, y Claudia, la del corre que corre. Lindo mes es julio. Lindo es tener tan alegres amigas. Lindo es encontrarse con gente siempre sonriente.