viernes, julio 20, 2012

sonrisas...


Lo observe buen rato porque en realidad no tenía nada más que hacer. Eran ya más de dos horas, sin exagerar, parada en la dichosa cola. No era la primera vez que hacía la cola, la he hecho decenas de veces con la misma aburrida emoción - los videos de welcome me los recito al reves y al derecho con los ojos cerrados - así que solo quedaba analizar al ser humano del que dependíamos todos. Uno más de los de siempre: se tomaba su tiempo, miraba a los ojos al interrogado, sonreía con las chicas y se demoraba más con los viejitos. Nada en particular.

Cuando llegué ante él lo encontré con la mirada baja, encimismado en sus cabilaciones. Tendría cerca de 55 años, pero la vitalidad de un deportista y alguna pena en el alma. Buenos días le dije y lo rescaté de su tormenta. Me miró, se tomo unos segundos para reflexionar, y sonrió con esas sonrisas que lo envuelven todo, y empezó a hablar. No fue tan coqueto como el de la última vez (no se atrevió a decirme linda) pereo elogió mi nombre, mi país, mi profesión. Salió por completo de su cansancio y se entregó por unos segundos a su trabajo, buscando hacerlo lo mejor posible, esforzándose por ser amable. ¿Escribirá usted sobre mí? me pidió, y no pude decirle que no. "Es usted muy amable y el mundo debe saberlo",  amenacé, satisfecha de saber que su amabilidad me hizo olvidar el dolor en la planta de los pies de tanto esperar.
 
Corri a la siguiente cola, y a la otra, dejé la maleta y llegué volando a la sala de espera en donde el avión rumbo a San Francisco estaba a punto de partir. Literalmente fui la última en subir, pero a la aeromosa, a pesar de sus más de 60 años, no le incomodó y tampoco lo hizo el cortés muchacho, lleno de rulos, que presto sonrió al tener que pararse para dejarme pasar, aún cuando su novia no parecía tan contenta.


Fueron tres sonrisas plenas entre cientos de personas con las que me crucé ese día. Pero valieron la pena. Todas tenían un mismo elemento en común: eran gente a la que realmente le importaba el prójimo. Ellos me hicieron recordar a una sabia prima que tengo, quien cuando estaba muy molesta ensayaba su sonrisa al espejo antes de salir del baño mientras se decía - "la humanidad entera no tiene la culpa de mi mal humor de hoy". Son sonrisas admirables, de esas que te demuestran que lo único que falta en el mundo es un poquito de amor. Y sí, di gracias al sentarme por haberme cruzado con esas tres sonrisas y desee poder ser alguna vez esa sonrisa que te hace soportar el tedio rutinario que nunca falta...      

2 comentarios:

Fede dijo...

Hola Mameri. Hace mil que no hablamos. Hace mil que dejé mi blog también.

Pero ahora tengo un nuevo proyecto con unos amigos: Fútbol Cósmico.

Quería invitarte a que lo veas en:

http://futbolcosmico.wordpress.com/

O si buscas Fútbol Cósmico en Facebook tambien nos encontrás.

Un Abrazo.

Marcela Mendoza R. dijo...

Ho. Recién veo esto de de. Que fue de tu vida? Justo la semana pasada estuve en buenos aires y recordé tus historias