lunes, enero 09, 2006

Ceguera

Saliendo de ver Narnia (que merece un texto aparte y espero pronto tener tiempo de hacer) nos sentamos por un café en una franquicia gringa. Mientras hablábamos fueron por lo menos cinco niños los que circularon pidiendo limosna. Al primero le dimos algo. Al tercero lo miramos y le prometimos que "otro día" lo ayudábamos. Hay tanto niño en la calle a medianoche o de mañana, pidiendo unos centavos, que no puedes atender a todos. Y si viajas en autobus al centro, encuentras tanta oferta (desde el que te vende lapiceros hasta el que toca música andina con una quena) que es imposible ayudarlos a todos. Conozco gente que cuando va al centro va con muchas moneditas para ir repartiendo. Pero la gente que va todos los días termina por poner mala cara o hacerse el dormido. Y sí, muchos se han vuelto ciegos. Se han acostumbrado a ver niños trabajando o mendigando. Se han acostumbrado a saber que hay gente que finge ser liciado para pedir limosna y suponer que todos los que mendigan son así.
Pero no son todos los limeños ciegos, felizmente. Una amiga mía siempre pide que le pongan en un envase para llevar lo que no comió en un restaurante y lo regala al primer niño que encuentra en la calle. Otros piden una gaseosa de más y ya saben a quien regalarla. Y otros, como una pareja de extrangeros que ví ayer, estaban en un restaurante de pollos a la brasa comiendo con su hija, pero a la vez habían invitado a comer con ellos a algunos niños de la calle, quienes sentados, con mirada feliz, devoraban el pollo y papas con mucha emoción.
Los niños, en teoría, tienen derecho a tener que comer sin trabajar o mendigar. Los niños tienen derecho a no ser explotados por padres ociosos. Y tienen derecho a que les sonriamos. Tienen derecho a no vivir dicha situación. Y los adultos tenemos la obligación, creo yo, de no ser ciegos.

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