jueves, diciembre 15, 2005

Un día y otro día

Un cuarto para las cinco se levanta y presurosa toma su gran bolsa blanca y sale. LLena la bolsa, suspira y empieza la caminata para repartir el pan. Tiene más de ochenta años y casi ningún diente, pero no deja de sonreir. Finalmente Rosa llega a su esquina acostumbrada, se sienta sobre el viejo cajón de frutas y abre su biblia. Y ahí se está toda la mañana, siempre con una palabra cariñosa para quien venga a llevarle un sol o diez centimos de pan. De vez en cuando vienen y le llevan su plata, o le roban panes, o se le escapan con el vuelto, pero no por eso la vez maldiciendo o renegando: siempre sonrie y te da los buenos días, seas pobre o rico, seas ladrón o policía.
Un cuarto para las cinco escucha los gritos y sabe que debe despertarse. Se levanta asustado y veloz se lava la cara, calladito y mirando la mesa toma un vaso de avena y un pan. Tiene nueve años, ya esta grande y no puede dar problemas. Tiene que trabajar. El discurso se lo sabe de memoria: "Soy un humilde provinciano que no vengo con las manos vacías, traigo estos ricos caramelitos, cuanto le vale, cuanto le cuesta, son diez centavos que no lo van a hacer pobre y para mi significan un plato de comida. No soy como aquellos delincuentes, ni los mendigos. No me ignores cuando pase por tus asientos..." Se recorre toda Lima, aveces en la Abancay, aveces en Salaverry... se para en la esquina a esperar el omnibus y cada vez que puede se sube y recita el discurso. ¿Como te sientes? - le pregunta una periodista indiscreta. "EStoy contento porque hoy ha sido un buen día, ya casi acabé mi bolsita", te dice Luchito muy bajito, sonriendo, sin levantar la mirada. Y se va corriendo rápido, porque un tipo malcarado, de esos que parecen pegar duro, lo mira fijamente y le hace señas para que suba al otro micro.
En la noche, Rosa, que camina lento luego de todo un día agotador, pasa por la puerta del hogar de Luchito y pone una bolsita con tres panes dulces en el piso. Rápido, luchito los recoge y se lo lleva a su cama en donde duerme con sus dos hermanos menores y se comen calladitos el pan.

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