Dame un bastón y te digo su calaña, comentaba ella decepcionada. Dame una silla de ruedas y veré su alma, le respondía la otra resignada.
Iba por el estrecho pasillo del supermercado y no podía cruzar pues un gordo renegon bloqueaba el paso de la caja con el carrito de compras, contaba una a la otra. Intentó pedirle permiso varias veces sin éxito, pues no la oía. Los que llegaban detrás de ella, al ver el obstáculo se daban la vuelta por la otra caja, pero ella no podía pasar por tan estrecho espacio. Al cabo de varios minutos, la esposa del gordito reaccionó a su clamor, voltió a verla y le dijo: ¿qué pasa? Por favor, todo el mundo se esta dando la vuelta porque están bloqueando el paso, el no deja nada de espacio para pasar, explico. Hay pues, ¿no ves que no tiene ojos en la espalda? No se queje, no se queje, a que se mete por ahí, esperese... Y siguió justificándolo sin moverse medio centímetro. Ni un disculpe, ni un no de preocupe, pase usted, nada. Y si, la gente va por el mundo sin ver más allá de su nariz, sin fijarse que pisa a sus espaldas, y creyéndose con derecho a no considerar si lo que hace puede afectar a los demás.
Son como los de las 4x4, respondió la otra. Uno empieza a cruzar la pista y si un conductor se detiene para que pases cuando llegan tres carros más detrás comienzan a romper los tímpanos del barrio con el sonido del claxon. No ven que esa persona no puede ir más rápido y no les importa nada que no sea que les den pase rápido. Y mientras más alto el carro, más desesperado el conductor y más displicente con el transeúnte. No ven más allá de sus narices, no comprenden la limitación del prójimo, y demuestran que su máximo valor es el yo y que el tú con problemas no es su problema...
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