Muchos creo que no lo saben, pero existen unas líneas blancas que están en las esquinas con el único propósito de dar un espacio al peatón para cruzar. No son para que los carros se estacionen, sin embargo, la cantidad de gente que las usa para bloquear el paso es impresionante. Solo les importa ganar segundos con centímetros y les vale un comino si alguien no tiene espacio para pasar o si estan bloqueando la rampa para los discapacitados. Y no es extraño incluso que terminen atropellando a algún ciclista por adelantarse al cambio de luz.
Si solo se tratara de gente despistada, que se le chispoteo ver el semáforo, bueno, ya que, sería una minoría tolerable. Lo triste es que me parece más un hábito adquirido y generalizado, un "no me importan las reglas, solo mis deseos" imperante en grandes mayorías. Veo con espánto mucho egoísmo y viveza criolla del que está dispuesto a vivir bajo sus propias reglas sin pensar en las necesidades del prójimo. Es más, soltará sin reparos una propina a la autoridad para resolver el percanse si es que osan con intentar sancionarlo por transgredir la ley. Y no solo son las líneas punteadas, suele darse en todos los aspectos cotidianos de la convivencia ciudadana. Por si fuera poco, lo coronan con orgullo en Facebook con miles de letreros en donde se celebra el haz lo que quieras y vive según tus propias reglas sin importarte lo que le pasa al resto.
No todo está perdido. Felizmente. De vez en cuando los limeños salimos del egoísmo al que nos hemos acostumbrado y demostramos que podemos ir más allá del yo a ultransa. Lo malo es que es casi como las festividades navideñas, que brillan y desaparecen al pasar apenas un par de días. Lo digo porque, pasada la crisis que el terrible niño costero nos trajo, la enorme solidaridad surgida se diluyó en la rutina. Por un par de semanas la gente abrió su corazón y
corrió presurosa a compartir con el prójimo damnificado desde un tarro de leche hasta pañales, pero luego volvieron al yo me mí, conmigo. Eso quiere decir que podemos, si queremos, ser "gente". Basta con empezar, de uno en uno, a cambiar el chip.
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