La modernidad coquetea con la urbe limeña y las marcas más lujosas buscan un nicho en el consumidor aspiracional, pero parece que los arquitectos que construyen los afamados y modernos "malls" no sabían que, si bien hay poder adquisitivo, no estamos listos en términos de buenas costumbres.
Hace más de 15 años, en mi época de estudiante, recuerdo haber escrito un editorial, en un diario provincial, sobre nuestra falta de buenas costumbres. Era un lamento profundo ante la indiferencia que teníamos ante un semáforo en particular: nadie le hacía el más mínimo caso. La norma no importaba, el rojo no servía de alarma, el respeto no lo imponían las señales... solo interesaba cruzar si no habían nadie dando vuelta del sentido contrario o perpendicular. Su autoridad era invisible.
Hoy el país vive mejoría económica, pero muchas cosas no han cambiado, en especial cuando hablamos del respeto a las normas. Lo vengo observando en el último centro comercial de lujo inaugurado en la ciudad. A los arquitectos se les ocurrió la genial idea de poner cruzando la entrada dos ascensores no muy amplios con un letrero indicando que su uso es exclusivo para ancianos, discapacitados y madres con niños pequeños. Yo no sé si el arquitecto conoce el poco respeto que existe a las señales viales en este país, pero está claro que pecó de confiado.
El citado ascensor no tiene nada que envidiar al semáforo del que les hablaba. La gente no mira el letrero - es como si fuera invisible - y encima se queja y pelea sin cargo de consciencia alguno por usarlo aun cuando no cumplen con ninguna de las características descritas en el letrero. Policías, adolescentes, caballeros de saco y corbata, ejecutivas, amas de casa, universitarios... todos se acumulan frente al ascensor en masa aun cuando las escaleras eléctricas están a la vuelta sin un humano circulando en ellas. pero lo peor es que cuando llega elevador no dan el pase a la anciana de la fila o a la madre con coche o a la silla de ruedas y se molestan si estos les piden permiso.
Poder comprar en una tienda de lujo o tener suficiente crédito para darse una cena gourmet no es garantía de respetar las buenas costumbres y ceder el paso a alguien mayor cargando peso o con alguna dificultad motora, tal como indica el letrero. Lo lógico, ocurre en otras sociedades, es leer la señal y darse la vuelta y dejar el elevador libre aún cuando venga vacío: así aquellos para quienes fue diseñado en forma "exclusiva" lo usen. Aquí, sin embargo, interesa la propia comodidad más allá de las normas expresadas en señales y la cordialidad, lo he visto asombrada, no parece instalada en muchos discos duros...
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