Bety tenía apenas once años cumplidos. Era coqueta, como toda niña a esa edad suele ser, y se apretujaba cariñosa con todos. En su mente no había malicia, no, pero sí que le gustaba el primo de sus hermanastros, un chico de 19 años que siempre jugueteaba con ella. Un día, sin embargo, cuando hubo una super fiesta, el entró al cuarto borracho y cometió la peor de las bajesas. Ella lloró, lloró y lloró. Lloró tanto que se enfermó, perdió el apetito, se quedó callada por las esquinas y pensó que nunca su vida iba a ser igual. Y no lo fue, porque empezaron las nauceas y todos se dieron cuenta que estaba embarazada y corrieron más gritos y más lágrimas entre todos los tíos hasta que llegó la rápida boda a la cual Bety fue obligada a asisitr porque era, según ellos, tan culpable como el sinvergueza ese.
Si esta historia no me la hubiera contado la protagonista entre lágrimas, no podría creer que es cierta. Pero lo es. En el pueblo donde ella vivía estaban convencidos de que debía casarse con el padre de sus hijos (fueron gemelos) porque ya era toda una mujercita. Es mas, las estadísticas de las ONG señalan que una de cada tres mujeres en estos poblados sufren este tipo de violencia y son obligadas a convivir con el agresor. No saben o no se les ocurre que pueda ser de otra manera ni tienen acceso a todo el tipo de lecturas que deboran las capitalinas.
Cuando el Congreso, durante el Gobierno pasado, decidió que todas las relaciones sexuales con o entre menores de edad implicaban una sanción penal para el adulto implicado en el evento, muchos dijeron que era una exageración porque los chicos de 19 tienen derecho a tener una novia de 17, pero Bety sonreía satisfecha. Ella ya es una adulta y termino, como era de esperar, separada del innombrable que solo le sabe producir dolores de cabeza, pero su dolor nadie lo ha logrado calmar.
Hoy en el Congreso tenemos un grupo de legisladores que buscan eliminar dicha sanción penal. Argumentan que es "normal" que los jovenes tengan este tipo de relaciones y que en los pueblos no se casan y no reciben atención médica los niños nacidos de estas uniones porque temen que el caballero sea llevado a la cárcel.
Yo me pregunto ¿Estaban las chicas menores de edad listas para vivir todo esto? ¿Es justo lo que le pasó a Bety y a una de cada tres en esos pueblos del interior? ¿Debería entonces permitirse vender y consumir licor y tabaco a los menores de edad porque de hecho, en la práctica, la mayoría lo hacen? ¿No estaremos facilitándole la vida a quienes no saben respetar? No se, pero siento que ese proyecto debería pulirse para evitar que mas Betys vivan sumidas en un mundo de sinsabores...
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